"Aprendí a ver Gracias al Dolor


Fui un niño feliz… hasta que descubrí que mi mirada era diferente.
Tenía estrabismo. Y esa diferencia era bien visible. Tanto, que empecé a bajar la cabeza, a evitar los ojos de los demás, a caminar mirando al suelo. Desde muy pequeño aprendí a esconderme, a protegerme del juicio… y a cargar con una herida que nadie veía del todo, pero que lo impregnaba todo.
Me operaron tres veces: a los 5, a los 8 y a los 11 años. Cada vez con la esperanza de que todo se arreglara. Pero no solo no mejoraba… la última operación empeoró la situación. El complejo creció, y con él, una forma de vivir llena de inseguridad, sensibilidad extrema y mucho, mucho sufrimiento.
Aquel niño risueño se convirtió en alguien quejica, hipervigilante, siempre incómodo en su cuerpo. Ya no era solo un tema físico. Sentía que algo profundo no encajaba en mi . Solo en el fútbol encontraba algo de alivio, una vía de escape, y mi mayor talento era la visión de juego, tan curioso como el sistema nervioso y tan revelador como su poder de adaptación. Pero a los 16, empezaron las lesiones y los dolores eran tan intensos que si mi madre no me daba un masaje cada noche, me costaba horrores dormir. A los 18, el sueño de mi vida se esfumó y tenía que decidir.
Por eso estudié fisioterapia. Por necesidad, y por vocación. Quería encontrar la solución a mis problemas… y también a los de los míos. Porque nadie nos la daba.
En la universidad aprendí mucho, especialmente de personas como Carlos Carpintero y Miguel Mendoza, que me ayudaron a entender el cuerpo como una unidad. A ver más allá del síntoma. A razonar. Pero yo quería llegar más lejos. Quería comprender de verdad el origen del dolor.
Y entonces llegué a Portugal. Y allí conocí al Dr. José Palomar.
Él había creado todo con lo que yo había soñado: un sistema clínico riguroso, humano y revolucionario, capaz de dialogar con el sistema nervioso y encontrar la causa real de los problemas. No solo me enseñó un nuevo lenguaje… me devolvió la mirada.
Gracias a su método, P-DTR (la base y autentica neurológica funcional) mi estrabismo desapareció.
Aprendí a ver. Y con eso, desaparecieron también los dolores.
Desde entonces, mi propósito es claro: acompañar a otras personas a vivir ese mismo proceso. No importa cuánto tiempo lleves sufriendo ni cuántas puertas hayas tocado. Hay una forma distinta de abordar el dolor. Más precisa. Más profunda. Más real.
Y si tú quieres, estaré encantado de ayudarte a encontrarla.

